Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad es el hecho de que el crecimiento del sector agrícola está supeditado a las plagas y a la capacidad de los agricultores para exterminarlas. Y hasta cierto punto, las plagas son exterminables con productos químicos.
Dichos productos químicos son responsables de la alarma social surgida hace una década y media, ya que se cree que dichos componentes químicos pueden llegar a afectar al organismo de los humanos.
La teoría consistía en que si los agricultores rociaban sus campos y cultivos con estos elementos (nocivos para animales iguales o menores al tamaño de nuestra uña), las partículas de dicho veneno podrían mantenerse en las cosechas y ser transmitido a los humanos a través de ellas: comer una fruta o verdura podía significar ingerir veneno en pequeñas cantidades y, a largo plazo, acabar ingiriendo grandes cantidades que podían afectar a nuestro organismo.
Es posible que esos días pasen a la historia pronto, porque hemos llegado a la era de los bio-insecticidas. Y, es que, en la Facultad de Agronomía UBA (FAUBA) se está investigando la creación de insecticidas respetuosos no sólo con el medio ambiente, sino respetuosos con los propios humanos. Los bio-insecticidas de los que hablamos consistirían en extraer los ácidos del ajo o el palo amargo para alejar a las plagas que atacan, principalmente, las plantaciones y las cosechas apiladas.
Aunque, los investigadores han especificado que cada cultivo y plaga tiene sus propias características, creen que este es un gran paso para la producción de insecticidas verdes.
Por el bien del proyecto, el FAUBA decidió que convendría también una colaboración con instituciones tales como la Escuela de Peritos de Clasificación de Granos; aunando los diferentes conocimientos de expertos e instituciones con cierta relación con el proyecto, se esperan conseguir resultados en este campo para dentro de diez años.
