Seguro que alguna vez te has encontrado con alguien que tiene pavor a algún insecto. Una araña, una avispa o incluso una abeja pueden provocar lo que se conoce como entomofobia, un miedo exagerado a los insectos.
Es indiscutible que a la gran parte de la población le producen rechazo estos pequeños seres, pero ¿cuál es el motivo? Pueden ser varias las razones:
- Suceso traumático: Puede ser que durante los años de niñez hayas sufrido algún episodio desagradable lo que ha provocado el inicio de la fobia. Con el paso de los años, la fobia no aminora sino que se incrementa.
- Observación: La persona ve en primera persona como otra está sufriendo una situación traumática.
- Cultural: Las tradiciones, el cine, la literatura…han influido en nuestras fobias a los insectos.
- Genética: Teniendo en cuenta que algunos insectos nos producen picaduras nuestro propio organismo nos prepara para defendernos de estos pequeños seres y nos provoca rechazo.
Se estima que hay tres grupos generales de fobias: la fobia a los animales, la fobia a la sangre y procedimientos quirúrgicos y las fobias situacionales (oscuridad, alturas, agua, volar…). La entomofobia estaría dentro del primer grupo.
Todas las fobias se pueden tratar, y la manera más común es la exposición a lo que te produce miedo, en este caso los insectos. Se suele decir que los problemas y los miedos hay que afrontarlos, pero hay que saber cómo hacerlo. Para ello es aconsejable acudir a un experto quién proporcionará toda la información necesaria, qué es el miedo, que finalidad tiene, por qué existe, etc, antes de exponerte.
Una vez informado, se pasa a la fase de enfrentarse al miedo paulatinamente. Primero se muestra al insecto en un objeto cerrado. Una vez aceptado, se destapa ese objeto y se le pide que lo toque con un papel. Y por último, el paciente tiene que ser capaz de coger el animal con la mano.
Una vez superada la fobia, el psicólogo dará unas pautas al paciente para que no vuelva a sufrir miedo cuando en la vida real se encuentre con el insecto.